En un lugar de la galaxia
- Ramón Ballesteros Maldonado
- 22 feb 2021
- 2 Min. de lectura
Me considero fan absoluto de la ciencia ficción. ¿Por que?, bueno, supongo porque en ella se hallan verdades tan reales como el mundo fantástico y extraño donde nos encontramos. A decir verdad cualquier novela, película u obra que se precie (de la ciencia ficción) debe contener elementos reales; ya sabéis: no puedes describir a un extraterrestre y decir que tiene «algo diferente» que nosotros no tenemos. Los hay que tendrán tentáculos, (nuestra mente irá a los calamares o pulpos de nuestros mares), seis piernas ¿Qué piernas? ¿Cómo son?: blancas, largas, delgadas, gruesas... todos elementos que podemos asimilar o comparar con la vida real, si no es imposible hallar un punto de referencia donde agarrarnos en la narración.
Puede que alguien, un autor como Howard Philips Lovecraft lo consiguiera de refilón en su mundo fantástico de terror cósmico con la obra «el color que cayo del cielo»; con el retrato de aquel extraño ser en el interior de un meteorito en descomposición y cuyas única referencia era aquel color extraño, multicolor o como lo imaginemos. Si bien y es verdad que hace referencia a algo físico (no hago spoilers). El autor nos mete de lleno en un mundo terrorífico de lo que no podemos ver, pero si sentir.
Después de todo lo dicho (perdonadme por la parrafada) no puedo sino que sentirme identificado con series o películas míticas como Star Trek: exploradores del cosmos que se encontraban con seres extraterrestres y multitud de dificultades en sus viajes que resolvían siempre con lógica y corazón, a veces a un elevado precio. En ocasiones imagino que mi cuerpo es la USS Enterprise, o el Titan, y viaja por este mundo entre los millones de galaxias que forman las mentes y mundo de cada uno de nosotros, porque es así como lo veo: cada uno un mundo diferente, con diferentes puntos de vista y millones de posibilidades de ver «su» realidad. Las hay más afines, donde su presencia te atrae nada más salir de curvatura al sentir su campo de gravedad, mas hay otros que en lugar de atraer repelen sin ni siquiera poner el pie en su superficie. A menudo catalogamos aquellos planetas como hostiles o colocamos una etiqueta de inhabitables (malditas etiquetas), pero si nos damos tiempo es posible que esa red de defensa planetaria caiga por si sola y logre consensuar un punto de vista común, más que suficiente para un primer contacto.
En casa comento que si, por alguna razón, una nave extraterrestre viniera a la tierra yo me iría con ellos utilizando tal vez la maravillosa frase : teletranspórtame Scotty, aquí no hay vida inteligente; para darme cuenta que mi punto de vista no dista de otros que colocan etiquetas donde no las hay. Habrá que esperar un poco.

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