pío, pío

Un lugar como otro cualquiera, no daré ninguna pista (Hospitalet del Llobregat, barrio de la Torrassa, ceca de una vía muy ancha que da al Hospital General de Hospitalet). Aclarado el anonimato diré que el servicio en sí no fue problemático, ni mucho menos difícil, pero la cara de gilipollas que se me quedó creo que aún me dura (eviten el chiste fácil).

No recuerdo el motivo, pero sí al paciente: un hombre algo mayor que por antecedentes había formado parte de aquella España ochentera y afín al pico, con todas sus variantes (hasta aquí puedo leer). La compañera, creo que la mujer, no distaba mucho de los gusto con su pareja, pero no viene al caso. Nos trataron bien, algo distantes y mucha mala leche entre las palabras y la distancia: tu que coño sabes, yo sí que lo he pasado mal, una polla como una olla, etc. Pero entre el coloquio y fórum que teníamos me llamó la atención una jaula con unos pequeños pajarillos de colores. No cantaban, ni piaba, y mi curiosidad fue más grande que mi sentido común y pregunté lo obvio a lo que la respuesta no se hizo esperar para sonrojo de quien os escribe:

- ¿Estos pájaros? ¿Qué hacen?

- Pues que van a hacer -me contestó aquella amable señora amante del buen talante y la moderación con su voz aterciopelada-. pues ¡pío, pío!, como los pájaros.

Sólo le faltaba añadir «subnormal» a aquella aclaración, pero quedó patente en todos (sobre todo de mi compañera que lanzó una bomba de humo para salir y partirse el coño a mi costa), y sin necesidad a tirar más de diccionario barriobajero, agaché las orejas y dije:

-Cuando usted quiera nos vamos al hospital...