Señor Soledad
- Ramón Ballesteros Maldonado
- 9 mar 2021
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 19 abr 2021
-¿Cuántas veces hemos venido ya...?
-Un montón
Sería un buen comienzo para un caso tan verídico como tristemente real, no por el desenlace sino por el nudo, ya que no sabemos el principio de la historia del Señor Soledad.
Nos solía llamar un par de veces, o más, por semana; ya le conocíamos de sobra. Nos tiraba la llave desde la primera plata de su vivienda para poder entrar. El objeto bajaba con paciencia atado a un cordel que retornaba a su sitio después de que nosotros abriésemos la puerta.
Fueron tantas veces que ni recuerdo, pero todas y cada una de las alerta tenía un factor predominante: la soledad, si bien habían más patologías no exentas de gravedad.
En esa ocasión, que ilustra el relato que nos trae aquí, el caballero tuvo, a más a más, una caída, rompiéndose la cuerda y tirando el cubo de ropa limpia por el suelo de su terracita, ya sabéis: plantas grandes, de esas que aguantan bien sin necesidad de demasiado esmero y que a bien cuidaba tiempo ha su difunta esposa; cosas por medio, agua estancada de las lluvias de pequeños recipientes estancos que por desventura estaban abiertos antes de la precipitación. Y allí estábamos nosotros. ¿Qué hacer?, pues lo propio: tender,
y tendimos la ropa con paciencia antes de llevar al pobre Señor Soledad al ambulatorio para que le visitaran aunque poca medicina hay para ese mal... nada fácil de curar.


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